sábado, 18 de julio de 2015

18 de Julio de 1936 en El Espinar. Tesis Doctoral "CONTROL SOCIOPOLÍTICO E IMPOSICIÓN IDEOLÓGICA: LA PROVINCIA DE SEGOVIA 1936-1939. UN EPISODIO DE LA IMPLANTACIÓN DEL RÉGIMEN DE FRANCO" de Santiago Vega Sombría .2002.Pag 83 a 86 .

La villa de El Espinar incluía la colonia de San Rafael y el barrio de la Estación de Ferrocarril. Para el estudio de los hechos ocurridos en esta localidad, contamos -aparte de la narración de Contreras, Arrarás y El Adelantado- con el testimonio de uno de los protagonistas de los sucesos: Silvestre Ramos Barreno, y algunas sentencias de los distintos sumarios de la justicia militar 274. Entre éstos últimos, se ha podido consultar el más importante, el nº 109/36, en el que están encuadrados los obreros que participaron en el
enfrentamiento armado del caserío de Prados. 
Los sucesos de El Espinar fueron, sin duda alguna, los hechos más importantes ocurridos en la provincia de Segovia de defensa de la legalidad republicana contra el movimiento militar triunfante en la capital. Así lo reconocían fuentes del bando sublevado, “los actos revolucionarios que se realizaron en El Espinar el día 20 de julio (...) desde luego fueron los más graves de los realizados en esta provincia” 275. En cualquier caso fue el único enfrentamiento armado en la provincia, aparte, claro está, de los propios de la guerra
en los campos de batalla de la sierra. El 19 de julio, al enterarse de la sublevación de Segovia, los dirigentes del Frente Popular de la localidad avisaron a otros pueblos de los alrededores de la ausencia de guardias civiles en la villa. Por este motivo, la misma noche del domingo llegaron a El Espinar dos camiones con milicianos armados. Venían del otro lado de la sierra (de la provincia de Madrid: de Guadarrama y Tablada especialmente). Éstos se unieron a los milicianos del lugar, procediendo a la incautación de la estratégica Central de Teléfonos ubicada en San Rafael, donde dejaron a tres milicianos de guardia276. Los obreros asaltaron el vacío cuartel de la Guardia Civil para conseguir armas con que defender la villa. Pocas consiguieron, incluso el sumario reconocía ese detalle: “sin que ocupasen más que dos tercerolas”277. En la causa 1270/36 se hablaba de presiones al alcalde de tendencia derechista, Fermín Vigil, para que les entregase las armas que tuviera requisadas en el Ayuntamiento, que tampoco fueron muchas.
Al día siguiente, lunes 20 de julio, se declaró la huelga general en los aserraderos del barrio de la Estación y en las labores del campo. Un grupo de obreros del pueblo subieron al Alto del León278 (puerto de montaña de la carretera de La Coruña, que separa las provincias de Segovia y Madrid, distante unos 15 kilómetros), desde donde telefonearon a Madrid para pedir armas y defender la carretera en los pasos de la sierra. Les
contestaron que se las enviarían cuando acabaran con la resistencia de los cuarteles de la Montaña y María Cristina279. Bajaron a la villa y cortaron árboles para formar barricadas con las que impedir el paso de las tropas que desde Valladolid iban a venir por la carretera de la Coruña en dirección a Madrid. También levantaron adoquines de la propia carretera para completar las barricadas.
Hacia el mediodía del lunes, una camioneta propiedad de Segundo Vázquez -uno de los dirigentes locales del Frente Popular-, conducida por su hijo Hilario, subió al Alto del León con unos 16 milicianos. En el puerto se pusieron bajo el mando de Julio Valdeón, un maestro que pasaba sus vacaciones en Olmedo (Valladolid), de cuya Casa del Pueblo era dirigente y de donde había huido al declararse el estado de guerra. Valdeón, por a su mayor cultura y preparación, fue nombrado jefe del grupo. Subieron a la camioneta unos cuarenta hombres que se sumaron a los que ya venían en ella280. Los milicianos bajaron del puerto con el objetivo marcado de ir al caserío de Prados –propiedad de los marqueses de Castelar y distante unos kilómetros de la villa en dirección a Segovia- para requisar las armas que allí hubiera: las de los guardas y las que tenían para los propietarios y amigos dispuestas para las cacerías. Además, como cuenta Silvestre Ramos, allí había numerosos jornaleros en plena temporada de siega y querían informarles de la huelga general declarada para que se sumaran a ella. Al pasar por San Rafael subieron en el vehículo dos guardas forestales con sus tercerolas reglamentarias 281. Ante estos acontecimientos, el alcalde de El Espinar, Fermín Vigil, comunicó a Segovia lo que se estaba preparando, organizándose una expedición con veinte números de la Guardia Civil, bajo el mando del teniente Higinio Valle Fernández, que salió inmediatamente en dirección a El Espinar.  A los milicianos no les dio tiempo apenas de bajar de la camioneta y requerir las armas a los empleados del caserío, cuando llegó a Prados (a las cinco y media, según el informe de la Guardia Civil) el camión con los guardias. Se produjo un breve tiroteo sin heridos, tras el cual fueron detenidos dieciocho milicianos. Los guardias continuaron viaje hacia San Rafael, no sin pedir refuerzos, pues les informaron que en el barrio de la Estación de El Espinar se organizaban otros grupos de milicianos.
A su llegada a San Rafael, a las siete y cuarto (continuando con el informe de la guardia civil) la fuerza sublevada “se encontró con un grupo de marxistas hechos fuertes en la central de teléfonos, desde donde fue agredida nuevamente la fuerza con escopetas y al repeler la agresión resultaron muertos los vecinos de la localidad Pedro Cuesta y Félix del Pozo, y herido gravísimo, falleciendo poco después otro individuo que no pudo ser identificado (se supone pueda ser un teniente de alcalde de Guadarrama)”282. Testigos de aquellos hechos contradicen la versión oficial, y afirman que los milicianos murieron ejecutados fuera del edificio y no como consecuencia del tiroteo283. La autopsia realizada a los cadáveres parece confirmar esta versión, por cuanto señalaba que cada uno de los tres milicianos había muerto de un solo disparo, a pesar de que según el informe de la propia Guardia Civil, se registraron 20 impactos de bala, de los guardias, en el local defendido por los obreros. Además, de las armas requisadas a los milicianos (únicamente dos escopetas) tan sólo se había disparado un cartucho, por lo que parece escasa resistencia para tan duro castigo.
“Pacificado” San Rafael, los guardias civiles fueron informados de que los refuerzos solicitados que venían de Segovia284 estaban siendo atacados en el caserío de Prados por otro grupo de obreros, por lo que acudieron inmediatamente en su auxilio. En el caserío se encontraron con los milicianos quienes, en palabras de El Adelantado, “pretendían asaltar Tanto la defensa de los trabajadores de Prados como el ataque de los milicianos al caserío ha sido negado por los testimonios y por el propio sumario 109. El único tiroteo se produjo entre las fuerzas militares y los obreros procedentes de El Espinar. En este segundo enfrentamiento en Prados, que se produjo a las 7 y media, participaron en torno a sesenta obreros, muy mal armados, pues llevaban entre todos “19 escopetas de caza, 4 carabinas, 17 picos, 7 hachas, 3 palas, 2 hoces, 1 bastón-estoque, 18 cajas de cartuchos y 40 sueltos de diferentes calibres”286. De hecho los cabecillas de la
acción, Julián Gozalo y Segundo Vázquez, obligaron a los dos guardias municipales a ir con ellos para que “hubiera armas de verdad”287. Los milicianos iban en dos vehículos que acababan de requisar: un coche de viajeros de la empresa local “Figueredo” y un camión de frutas que casualmente había llegado a la plaza de El Espinar para vender sus productos. Según Contreras los cabecillas de la acción “obligaron a salir con ella a diversas personas, a pesar de la oposición del alcalde, hombre de orden”288. Esta afirmación fue corroborada por El Adelantado para dar a entender que los obreros convencidos de la acción eran pocos. Refería el diario que “obligaban a la gente joven a que se sumara a ellos con las armas que tuvieran en su poder”289. No es muy creíble esta versión, puesto que todos los que participaron en aquellos sucesos -un total de 84 personas- fueron juzgados por la causa 109/36, condenados (32 de ellos a muerte) y fusilados el 23 de abril de 1937. 290.
Los espinariegos, al verse en inferioridad de fuerzas, enviaron a un muchacho de la estación de El Espinar, para que marchara en bicicleta a Otero de Herreros, localidad cercana en dirección a Segovia, donde también había una importante Casa del Pueblo, de la que esperaban conseguir ayuda. El mensaje decía: “camaradas de Otero, pedimos refuerzo...”291.
Los vivas de unos y otros eran ya muy significativos: ¡Viva la República! gritaban los trabajadores y ¡Viva España! respondían los guardias civiles292. El enfrentamiento que se produjo ahora fue bastante duro, muriendo 5 personas, cuatro por el lado obrero (incluyendo uno de los policías locales) y uno de la expedición militar 293. Finalizado el enfrentamiento, la camioneta militar se dirigió a El Espinar, concretamente al cuartel de la Guardia Civil, donde únicamente se encontraban las esposas, pues los hombres permanecían concentrados en Segovia. Allí "liberaron" a las mujeres, según la versión de Contreras294; a pesar de que en ningún momento habían afirmado que estuvieran detenidas o presas de los obreros. Además, queda desmentida acusaba a los asaltantes de que “hicieron levantar, con el consiguiente sobresalto a las mujeres y familiares de los guardias que ya estaban dormidas"295. La villa de El Espinar
quedó dominada por los guardias civiles esa misma noche. Unos días más tarde, el 25 de julio, llegaron fuerzas republicanas a El Espinar por el paso del Boquerón (puerto que une las provincias de Segovia y Ávila). Serían unos 800, según Contreras, que “se apoderaron fácilmente del pueblo”296. Arrarás explica que era el capitán Sabio quien mandaba a 500 hombres del Círculo Socialista del Oeste de Madrid297.
Durante unas horas dominaron la villa, hasta que llegaron efectivos militares y falangistas desde San Rafael, poniendo en fuga a los milicianos 298.


Notas:
274 Causas nº 109/36, 204/36, 772/36, 1270/37 y 1619/37.
275 Causa nº 1270/37, contra Evaristo Martín Santos. En AGA, Justicia, 39.002, Caja 399.
276 CONTRERAS, J., op. cit., pág. 88.
277 Arch. UAPO, Leg 1, Sumario nº 109/36, contra Julio Valdeón y 86 más.
278 Al poco tiempo de inciada la guerra el puerto cambió oficialmente su nombre tradicional por el de Los Leones de Castilla en homenaje a los soldados nacionales que lo tomaron y resistieron los ataques republicanos. Ya en El Adelantado del 3 de agosto de 1936 apareció un editorial aludiendo a este cambio de denominación. En el año 2000 volvió a recuperar el nombre original de Alto del León.
279 Testimonio de Silvestre Ramos Barreno, obrero que participó en el tiroteo de Prados, por lo que fue condenado a 30 años.
280 Declaración de Manuel González, que había subido a la camioneta en San Rafael, efectuada el 21 de octubre de 1936;
recogida en el sumario 109/36.
281 Hay controversia sobre si subieron voluntarios al camión o fueron obligados a ello, reflejada en el sumario 109/36.
282 Arch. UAPO, Leg. 1, Sumario 109/36. Informe de la Guardia Civil enviado al general de la 7ª División en Valladolid,
fechado el 22 de julio de 1936. Era la ampliación de un radiograma fechado el 21 de julio, que no está en el sumario.
283 Testimonio de Hipólito Herranz.
284 Una expedición de otros 20 guardias civiles al mando de un sargento, y los tres alumnos de la Academia de Artillería que
permanecían en Segovia, como hacía constar Contreras, op. cit. pág. 27.
286 Este fue el arsenal incautado por la Guardia Civil tras el tiroteo. Sumario 109/36.
287 Testimonio de Silvestre Ramos Barreno y ver nota anterior.
288 CONTRERAS, J., op. cit., pág. 88.
289 El Adelantado, 28 de julio de 1936.
290 Los datos están personales y el extracto de la sentencia están recogidos en el anexo nº 2.
291 Testimonio de Silvestre Ramos Barreno y causa 109/36, donde figura el testimonio de Benigno Bartolomé Cámara, que fue el joven enviado por el presidente de UGT del barrio de la Estacion, Santiago de la Calle, a Otero de Herreros. Además Benigno llevaba un salvoconducto avalado por la UGT para desplazarse por la provincia, fechado el 17 de julio, por lo que ya estaban asumidas las circunstancias prebélicas por las organizaciones obreras.
292 Testimonio de Silvestre Ramos Barreno.
293 Los cuatro obreros se corresponden con los cuatro cadáveres que figuraban en la orden de ingreso el día siguiente, 21 de julio a las 12 de la mañana, en la carpeta de julio de 1936 del Cementerio Municipal de Segovia. La orden estaba firmada por el Comandante Juez de la Plaza, Manuel Lorente. Entre ellos había un guardia municipal, Braulio Romano, los otros eran Marcelino María Vara, Pío Barbieri y Alejandro Aranda Martín. Estos dos últimos eran el chófer y el ayudante del camión de fruta, que como era nuevo, dijeron que ellos iban donde fuera el vehículo. Los dos murieron tras el tiroteo cuando el resto había escapado. La Guardia Civil pensó que estaban con los obreros y los dispararon en el propio camión, según testimonio de Silvestre Ramos. El militar fallecido era el alumno de artillería Rafael Rebollo, hijo del también militar
Ildefonso Rebollo Dicenta, que fue juez instructor de los sumarios 460/36, 933/36 y 1720/37.
En el Reg. Civ. del Espinar se completan los datos de Braulio, Romano Esteban, anotado el 1 de diciembre de 1937, muerto “en los denominados sucesos de Prados”.
294 CONTRERAS, J., op. cit., pág. 29.
295 Causa 109/36.
296 CONTRERAS, J., op. cit., pág. 90.
297 ARRARÁS, J., op. cit., pág. 374.
298 Los milicianos que no fueron heridos o presos, escaparon hacia la sierra, salvo tres que no lo lograron, refugiándose en los desvanes del Ayuntamiento, donde, desgraciadamente para ellos, establecieron su cuartelillo las milicias de Falange. Escapar sin ser vistos y detenidos era muy difícil, puesto que los camisas azules disponían de guardia permanente en el edificio. Como quiera que el suelo del desván era de madera, no podían moverse, para no ser descubiertos por el ruido. Así aguantaron, cuatro días con sus noches, hasta el 29, en que, como escribe Contreras “acosados por el hambre y la sed, prendieron fuego al edificio, para intentar huir aprovechando la confusión, pero el Ayuntamiento fue acordonado rigurosamente, por lo que no pudieron escapar. Al extinguirse el fuego aparecieron sus restos calcinados". CONTRERAS,
J., op. cit., pág. 33.



CONTROL SOCIOPOLÍTICO E IMPOSICIÓN IDEOLÓGICA: LA PROVINCIA DE SEGOVIA 1936-1939. UN EPISODIO DE LA IMPLANTACIÓN DEL RÉGIMEN DE FRANCO
MEMORIA PRESENTADA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR POR
Santiago Vega Sombría Bajo la dirección del Doctor: Julio Aróstegui Sánchez Madrid, 2002