… El dia 28 de octubre de 1936 por la tarde, creímos haber terminado el último servicio de los frentes de Madrid. Los cuatro Breguet que nos quedaban, con doble tripulación de metralladores
bombarderos, y algún que otro piloto de más, el Estado Mayor decidió por orden del Ministerio de Defensa no volver a salir, en tanto no se destinara el
personal que quedaba, a los nuevos aviones que estaban llegando de la URSS, por que en los frentes de Madrid, se hacia insostenible con el material que
teníamos.La calma no duró mucho tiempo. Al
día siguiente, 29 de octubre, cuando nosencontrábamos comiendo en el Hotel
de Alcalá de Henares, se presentó un ordenanza, diciendo que nos llamaban
con urgencia en el Campo. Subimos todos con premura al ómnibus que teníamos
en la puerta del Hotel dejando la comida en la mesa ante aquella
enigmática llamada, y cuan no fue nuestra
sorpresa a la llegada, al saber que
teníamos que seguir jugándonos el ' 'físico'', pero en aquel
caso, con carácter definitivo, sin esperanzas de poder volver. La orden era tajante. Por orden del
Ministro de Defensa, que era Prieto, teníamos que salir sacrificando los
cuatro aviones que quedaban y cuatro tripulaciones. La columna del
Comandante RUBIO estaba cercada por los rebeldes en el frente de Peguerinos.
Por medio de los altavoces de los frentes el enemigo los "vucheaba"
toscamente, asegurándoles que la aviación de los
…Preparamos para la salida; nos
pasamos las consignas y nada de prisioneros. Cargamos nuestras pistolas con balas
explosivas y nos fuimos decididos a vender caras nuestra vidas.
Éramos cuatro Breguet XIX. El
nuestro era el último a la izquierda. Alvarito de piloto y yo de ametrallador
bombardero. La misión no era otra que la de levantar la moral de los compañeros
allí cercados en Peguerinos, costara lo que costara, cosa que se consiguió,
según decía al dia siguiente "EL HERALDO DE MADRID" en su
primera página, como puede verse en el archivo. No tardó mucho tiempo en presentarse
la ocasión. Cuando estábamos colimando las posiciones para hacer
el bombardeo, un grupo de seis Fiat CR 32 aparecieron en el horizonte.
Hicimos el bombardeo con premura, cosa lógica, para podernos preparar ante
el combate que se nos avecinaba sin ninguna posibilidad de éxito. El
Jefe de nuestra patrulla giró rápidamente a la derecha con los dos Breguet que le
seguían en un picado vertiginoso. Nosotros lo hicimos a la izquierda
descendiendo también, para evitar un ataque por debajo, lo que obligó a
nuestros atacantes, dividir el grupo en dos patrullas de a tres.
…
Alvarito no cesaba de gritar,
exhortándome a que continuara disparando, más yo no podia por lo peligroso que
hubiera sido, el ponerme en aquellas condiciones a cambiar de tambor, y
cuando le dije que no tenía munición, dio un palancazo y nos metimos de cabeza
hacia el suelo, arrancándome la máquina de la torreta y cayendo al
suelo. A partir de aquel momento empezó la
odisea. Los dos cazas nos atacaban al mismo tiempo perdiendo el alto grado
de indoneidad y prudencia que habían tenido hasta ese momento. Las balas
nos pasaban por todas partes; el radiador del aceite nos lo habían
perforado, y yo iba bañado en aceite, las gafas se me habían roto, y sin cesar
de llamar a Alvarito; pero éste no contestaba. Pensando que estaría
muerto en la cabina, me lancé al espacio con el paracaidas sin saber donde me
encontraba. Cuando me di cuenta, tenía otra vez los dos Fiat encima
con intenciones de atacarme, cosa que hicieron sin ningún escrúpulo.
Cuando miré de nuevo, a donde se dirigían los cazas, vi con alegría como nuestro
Breguet volaba normalmente, bajo y en dirección a nuestro campo, pero
pronto el tedio abrumador del momento me hizo volver a la realidad. No sabía
donde me encontraba. Pendido del
De pronto, al encontrarme en tierra
y ante las dudas de estar en terreno enemigo, decidí abandonar el paracaidas
y tratar de orientarme con el firme deseo de no parar hasta conseguir
incorporarme a la Escuadrilla. Apenas había empezado a desprenderme de los
atalages, los dos Fiat de regreso, empezaron a ametrallar el lugar
donde me encontraba. Ante aquella embarazosa situación, me tiré al río
en cuya ladera me encontraba, y agarrándome a las mismas zarzas para
avanzar hacia el puente que tenía a pocos metros, pude llegar a
guarecerme bajo el mismo. Unas mujeres que estaban refugiadas en aquel mismo
lugar, me informaron estar en El Escorial Al sentirme liberado de aquella
pesadilla y sacando fuerzas de flaqueza, decidí salir del puente acompañado
de aquellas mujeres que en todo momento trataron de ayudarme. Yo
estaba hecho polvo después de aquel ajetreo, pero cuan grande no fue mi
sorpresa, cuando al salir, un grupo de milicianos me daban el alto, a la
vez que me ponían los cañones de sus fusiles en las narices.
De momento, pensé que aquellas
buenas señoras me habían engañado, y que me encontraba en manos de los falangistas,
hasta que me di cuenta que eran de la C.N.T. por los pañuelos que
llevaban al cuello. Aquello me tranquilizó pensando que
al saber quien era, la cosa no tendría más importancia que la de un simple
mal entendido; pero no fue asi. Ni mí documentación, ni mis palabras, ni
los gritos de aquellas mujeres, pudieron
convencerles. Según ellos, yo era el
piloto de la avioneta fascista que había caído en el combate. Lleno de
perplejidad y angustia, discutía con aquellos hombres sin poderles convencer,
mientras me colocaban al pie del puente y los demás se empecinaban al otro
lado del río para ejecutarme. Dos milicianos me sostenían de los brazos, a la vez
que gritaban las mujeres protestando y colocándose delante de mi, frente al
piquete, hasta que se vieron obligadas a ponerse a un lado, bajo la amenaza
de tirar sobre ellas sin contemplación. El griterío de aquellas señoras y las
voces de los milicianos que no cesaban de pedirles esperaran por que todos
querían tirar, complicaba cada vez más la
formación del grupo de milicianos
que cada instante iba siendo mayor, por que no cesaban de llegar. Cuando
todo estaba listo, al parecer, se oyeron voces que daban orden de ¡alto!,
¡alto!, ¡alto!, repetían sin cesar. Todos miraron para atrás, y como si
hubiera caído del cielo apareció un Capitán Médico uniformado, que había seguido
la caída del paracaidas, imponiéndose enérgicamente a que se hiciera
aquella ejecución ilegal. Aunque con grandes dificultades, el
Capitán logró llevarme hasta la Comandancia Militar del Escorial,
con todos aquellos milicianos que no paraban de musitar protestas y
frases obscenas de indolencia remarcada. Mientras en el Escorial estaba
pasando esta odisea dramática por exceso de celo en un servicio soez, sin
ninguna similitud al que nosotros los militares
estábamos acostumbrados a realizar,
en el Aeródromo de Alcalá de Henares se estaba dando un caso que por su
colorido es digno de explicar, ya que podia decirse, que era el estribillo
del "saínete" que había representado aquél último servicio, en el que
sólo los BREGUET XIX del frente de Madrid, fueron los protagonistas.
Al tomar tierra Alvarito, en Alcalá
de Henares, todos los mecánicos acudieron con premura, al notar la falta del
ametrallador bombardero en su cabina. Sus temores aumentaron al ver que en un
trozo del proyector del paracaidas, se encontraba enganchado en la torreta
del Breguet, cosa que Alvarito aún no había advertido. Alvarito se
encontraba de pie junto al avión, tratando de colocar con manos trémulas las gafas
sobre su frente, cuando los mecánicos le hacían saber que yo no estaba en
la cabina. Mientras que Alvarito, casi
sollozando les respondía que tal vez me podia haber estrellado por ahí, los
mecánicos miraban fijamente a los ojos de su compañero atónitos de lo que estaban
viendo. La extrañeza de sus miradas hizo preguntar Alvarito lo que les
pasaban, a lo que hubo quién le dijo, que se había quedado bizco del susto.
Aquella sincera y sentimental manifestación,
pareció mal interpretada por nuestro
compañero Alvarito, quien después de su tragedia, lo tomó como broma
burlona de mal gusto, amenazando con dar un tiro a quienes trataran de
burlarse de aquel modo. Efectivamente, Alvarito se
encontraba bizco. Con la precipitación con que se preparó la salida de aquel servicio,
éste tomó por error las gafas de otro
Asi terminó la Historia de aquel
último servicio de los BREGUET XIX, en los frentes de Madrid el 29 de octubre
de 1936, en el que murieron la mayoría de los ametralladores bombarderos de mi
curso durante la defensa de Madrid, así como muchos de los pilotos
antiguos que la empezaron, encontrando Alvarito la muerte algunos meses
después al incendiarse los dos aviones que rodaban sobre la pista al chocar con
el del siempre recordado igualmente compañero Naranjo, sin que nadie
pudiera socorrerles en aquel horroroso y siniestro destino.
¡QUE DESCANSEN EN PAZ!
José Ramos Miraut
Extracto del artículo: Reminiscencia de un pasado. Último Servicio del Breguet XIX en los Frentes de Madrid. Del ametrallador de la aviación de la República José Ramos Miraut. Publicado en la revista “Alas Gloriosas. Boletín informativo Nº20 de la Asociación de Aviadores de la República. A.D.A.R”. Marzo-Abril 1982
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