Los días siguientes combate en la sierra de Guadarrama. Se acaba
de organizar el batallón Octubre nº 11, del que Tagüeña es nombrado, en Madrid,
capitán ayudante. El jefe del batallón Fernando de Rosa, cae muerto de un
balazo en la cabeza. Entonces, ante el desconcierto de los milicianos, que
inician la retirada, Tagüeña se hace cargo del mando del batallón.
El 25 de septiembre de 1936, se le confirma el grado de comandante
del Octubre nº 11. El 31 de octubre pide permiso para casarse en Madrid, con
Carmen Parga, licenciada en Filosofía y Letras afiliada al Partido Comunista.
Tagüeña vuelve al frente de Cuelgamuros, donde las operaciones quedan
paralizadas a causa de las nevadas.
" ..La desaparición de Fernando de Rosa, fue el comienzo de
grandes cambios en nuestra columna. A los pocos días marchó a Madrid el
teniente coronel Rubio y ya no regresó. Era un hombre honrado y leal a la
República. Unico oficial de carrera del batallón de Aviación, los demás eran
sargentos recién ascendidos, su ejemplo fue decisivo para ayudarnos al
comprender lo que era la disciplina y la organización. En un proceso
contra oficiales compañeros suyos, sabía salido responsable por
ellos y consiguió fueran puestos en libertad. Más tarde, algunas de las bandas
organizadas en retaguardia comenzaron a asesinar a los liberados. Los que
quedaban vivos fueron a comunicarle que se
pasaban al enemigo, porque no querían perder la vida de esa forma. Se
le creó a nuestro jefe un problema de conciencia y con un pretexto consiguió un
pasaporte para un viaje corto a Francia, del que ya no regresó. Nada más se
supo de él.
Octubre
1936. Segunda y definitiva batalla de Peguerinos
A mediados de octubre marchó José Laín de la columna Pe-guerinos y lo
sustituyeron dos comisarios del nuevo cuerpo aca-bado de crear por el gobierno,
Díaz Hervás socialista Y Angel Marcos Salas de la CNT. Nos abandonaron
también entonces, por diversos motivos, muchos de los antiguos oficiales del
batallón, como Federico Melchor, Angel La fuente Y otros, reclamados a
funciones políticas, a cargos en retaguardia o incorporados a frentes más
activos. Desde el sur llegaba el peligro al frente de la Sierra. Después de
tomar San Martín de Valdeiglesias, y Robledo de Chavela hacia el 9 de octubre,
una parte de las fuerzas enemigas se apo-deraron de Navalperal de Pinares y de
las Navas, defendidas por la antigua columna Mangada, descubriendo todo nuestro
flanco izquierdo, donde quedaron 20 kilómetros casi desguarnecidos. El día 26
de octubre nuestra posición del Boquerón, cuyo jefe era elcapitán
Villasante, fue cercada y ocupada por el enemigo. Acudí allí con todas
mis reservas, un par de compañías, y pude cubrir la retirada de nuestro capitán
y unos pocos de sus soldados. Durante dos días más se combatió duramente en
esta zona, recibí algunos refuerzos, pero en la tarde del día 28, el enemigo
rompió mis líneas y avanzó hacia Peguerinos que ocupó a la mañana siguiente.
Pasamos esos tres días bajo una enorme tensión física y moral.
No contábamos con un aprovisionamiento
regular, siempre habíamos escaseado de todo. Recibimos unas ametralladoras
francesas Saint-Étienne, del tiempo de la Primera Guerra Mundial, cuya munición
defectuosa derramaba la pólvora sobre el complicado mecanismo de repetición
paralizando su funcionamiento. Yo mismo tuve que emplazar una de ellas bajo el
fuego enemigo, pero cuando no había disparado más que un peine, quedó fuera
deservicio. Pasábamos hambre y sed y cuando llegaba la noche no podíamos
dormir de frío. Tuvimos muchas bajas, una de las últimas Villasante, que cayó
muerto en un intento desesperado de defender la posición de
"El Toro", clave de nuestro sector, sobre la cual
vimos levantarse enseguida la bandera roja y gualda. La noche del 28 de octubre
me encontraba en Cueva Valiente con todo lo que quedaba de mis unidades
que se habían replegado con cierto orden. Allí también estaba la compañía
mandada por Luis Menéndez que había cubierto mi flanco derecho en todos esos
combates. Esa misma noche mis soldados, por orden del teniente coronel,
abandonaron dicha posición para ocupar toda la cuerda montañosa que se extiende
desde La Salamanca hasta el puerto de Malagón, entre Peguerinos y El Escorial,
cerrando el paso al enemigo, que tampoco intentó seguir adelante. Aquel
amanecer vi por última vez a Nazario Cuartero, al mando de una compañía del
batallón Largo Caballero enviada desde Santa María de la Alameda por nuestro
vecino de la iz-quierda. A los pocos días le mataron de un balazo en el
corazón, cuando en un frente en calma aparente, se paseaba por encima de los
parapetos. El 31 de octubre pedí permiso y marché a Madrid a casarme. Carmen
Parga aceptó, aunque no tenía noticia previa de mi decisión.
…A nuestro lado luchaban la primeras brigadas mixtas. Eran
unidades independientes con todas las armas: cuatro batallones de infantería,
artillería, ingenieros y servicios. Debían dar flexibilidad y carácter de
maniobra a nuestra guerra, pero esto nunca pudo conseguirse. Dominaba el
fetiche del frente continuo que debía abarcar todos los límites de nuestra
zona, sin dejar ni un monte ni un valle, extendiendo un cordón de protección,
que no servía para mucho, pero que nos daba una sensación falsa de seguridad.
Lo malo es que ese tenue cordón consumía a muchos miles de hombres armados. Y cuando nos rompían
el frente lo taponábamos y descansábamos sólo cuando las líneas estaban
restablecidas. Sólo podíamos fortificarlas intensamente hasta hacer-las
inexpugnables en algunos sectores aislados, cuyos flancos siempre eran débiles.
Así quedó muy pronto todo el lindero oeste de la capital desde la Ciudad Universitaria
al barrio de Usera, pasando por la Casa de Campo y los Carabancheles, como
prueba del fracaso de la ofensiva directa del enemigo.
En la mayor parte de la línea cubierta por mi columna no había
contacto inmediato con el enemigo, cuyas posiciones iban desde Cabeza Líjar a Cueva Valiente y de allí por
el lindero del bosque a las alturas al norte y noroeste de Peguerinos, el pueblo era tierra de nadie. A
pesar del invierno nuestros soldados trabajaban duramente para sustituir los antiguos
parapetos de piedra por verdaderas fortificaciones. Establecí mi puesto de
mando en el puerto de Malagón que une a Peguerinos con El Escorial por senderos
de montaña. En diciembre, las labores de organización del nuevo ejército
regular iban muy avanzadas, ya circulaban las nuevas insignias; dos barritas
rojas en ángulo para los cabos, una barra roja vertical para los sargentos y
barras orizontales doradas para los oficiales y jefes y además la
estrella roja de cinco puntas de los comunistas y de los jóvenes socialistas.
El nuevo saludo militar era con el puño cerrado. Estas medidas
tuvieron mucho de absurdas y tenía razón nuestro coronel profesional Joaquín
Pérez Salas, fusilado por sus antiguos compañeros al caer prisionero al final
de la guerra, que nunca las acató, por considerar que los cambios los debían
hacer los sublevados. Para la antigua columna Rubio, las reformas fueron
extraordinariamente sencillas, nuestra fuerza era equivalente a una nueva brigada,
no había más que dividir las 16 compañías por cuatro y formar cuatro
batallones. El primero de enero de 1937, entraron en vigor las órdenes y
nos transformamos, bajo mi mando, en la 30 Brigada Mixta de la 2a. División,
cuyas brigadas 29 y 31 se integraron con la columna de Guadarrama. Como el
sector del puerto de Malagón correspondía a nuestra vecina de la izquierda, la
3a. División, trasladé mi puesto de mando a la pequeña hacienda de Buenavista
que se encontraba cerca de Cuelgamuros, unida por un pequeño ramal a la
carretera de Guadarrama a El Escorial. Tenía una pequeña casita, una
caballeriza y un pajar. Estas dos Últimas edificaciones existían todavía allí a
principios de 1961, las vi en una visita fugaz que pude hacer al Valle de los
Caídos. Con la creación del ejército regular, los soldados rasos siguieran
cobrando los diez pesos diarios del miliciano, pero las clases, oficiales y
jefes empezaron a percibir sueldos y gratificaciones según su grado y el mando
ejercido. Se acabó también con el descuido en los uniformes. El Estado Mayor de
nuestra brigada se hizo cliente de una de las sastrerías militares más
acreditadas de Madrid. Además, para facilidad de todos los oficiales, teníamos
en los mismos batallones nuestros propios sastres. El jefe de División era el
teniente coronel Moriones con el puesto de mando en Alpedrera, entre Villalba y
el pueblo de Guadarrama. Pero no dependíamos del Estado Mayor de la Defensa de
Madrid, sino del general Pozas que desde Alcalá de henares, mandaba el Frente
del Centro. En Madrid, el coronel Rojo había organizado una eficiente dirección
militar, que, con el apoyo principal de los comunistas, había contenido los
ataques del adversario.
Enero
1937
El 3 de enero de 1937 comenzó una
nueva ofensiva de las fuerzas enemigas para tratar de envolver a la capital por
el noroeste, cortando la carretera Madrid-Escorial, ocuparon con gran esfuerzo
Majadahonda, Villanileva del Pardillo, Las Rozas, El Plan-tío, Pozuelo de
Aragón y Aravaca.
El día 10 los atacantes, agotados,
pasaron a la defensiva y en dos días perdieron Villanueva del Pardillo y el
puente de San Fernando, recuperados por la contraofensiva republicana. Una de
las dos carreteras principales a la Sierra quedó cortada pero se sustituyó por
caminos laterales que aseguraban el aprovisionamiento. Nuestros contrarios
acumularon nuevas reservas y comenzaron el 6de febrero una nueva ofensiva en el Jarama
para rodeara .la capital por el sureste, adelantándose a un ataque republicano
que se preparaba con 15 nuevas brigadas. Hubo 22 días de
combates durísimos, nuestras fuerzas contaban con una brigada de tanques
rusos y con bastante apoyo de artillería y aviación. El enemigo cortó
prácticamente la carretera de Valencia, batiendo con ametralladoras el puente
de Arganda, pero no consiguió ningún resultado espectacular. Su ofensiva se
debilitó convirtiéndose en combates extenuantes de desgaste en el cerro
Pingarrón. Se calcula que en esos combates hubo de un lado y otro, cerca
de cuarenta mil bajas. No era el frente de Madrid el único activo. …
Marzo 1937
Aún no se habían apagado los ecos de
la batalla del Jarama cuando comenzó el 8 de marzo la ofensiva del
llamado Cuerpo de Ejército "Voluntario" formado por italianos (4 divisiones espléndidamente armadas) hacia Guadarrama
para tomar Madrid desde el nordeste dando el golpe de gracia a su defensa.
Aunque el frente republicano fue virtualmente volatilizado, el mismo día la
vanguardia italiana de la división
"Llamas Negras", encontró resistencia en Almadrones,
que sólo ocuparon al día siguiente junto con Brihuega. Al atardecer del día 9
fueron de nuevo detenidos en Trijueque y al día siguiente al oeste de Torija.
El 11 de marzo ocupa la división "Plumas Negras" Trijueque
en la carretera de Madrid. Al día siguiente llegaron nuevas reservas
republicanas, agotadas físicamente por los combates anteriores, pero llenas
de entusiasmo, que se lanzaron al contraataque. El 13, la 11
división de Líster recuperó Trijueque y otras unidades amenazaron el flanco
izquierdo del enemigo, extendido en una larguísima columna por la carretera
asfaltada de Aragón, sin utilizar tros caminos menos
importantes. El día 18 comenzó nuestra contraofensiva, apoyada por la
aviación que tenía sus bases en los aeródromos permanentes de Madrid,
mientras la
enemiga estaba enterrada en el lodo de
campos de aterrizaje provisionales. Nuestras unidades recuperaron Brihuega y
comenzó entonces la retirada desordenada de los italianos que embotellaron la
carretera y abandonaron toda clase de material de guerra, bajo los golpes
constantes de nuestros aviones mientras nuestra infantería estaba demasiado
cansada para poder perseguir al enemigo. Tres días después, tropas españolas
enemigas taparon el hueco que los italianos habían dejado en el frente. Así
terminó lo que se había preparado como entrada triunfal en Madrid de las
unidades tan cuidadosamente preparadas por Mussolini. Su ofensiva había estado
bien calculada, el momento era apropiado, las reservas republicanas estaban
exhaustas, el lugar elegido era de los más débiles de nuestro frente; pero los
italianos demostraron una falta absoluta de capacidad de maniobra y poco
aguante. Al lado de nuestros soldados, ya veteranos, eran tropas no fogueadas,
y además sobrecargadas de toda clase de armamento, que no tenían ni sitio de
desplegar. Con esta brillante actuación de nuestro ejército se acabaron los
intentos del enemigo de tomar Madrid y los puntos neurálgicos de la guerra se
trasladaron a otros frentes.
Mayo
1937. (Operación en la que se basa la novela de ¿Por quién doblan las
campanas?)
A mediados de mayo fue sustituido
nuestro comisario Angel Marcos, por Diego Pastor uno de nuestros comisarios de
batallón. Era de la JSU, un buen camarada y un buen amigo al que apre-ciábamos
mucho. Como era uno de los veteranos del Octubre No. 11, estábamos unidos por
toda la tradición de nuestra unidad. Por fin nos llegó la orden de atacar. Se
preparaba una operación hacia la Granja, como primera etapa para el avance a
Segovia, bajo el mando del general polaco Walter Swierczewskicon
la 31 Brigada de nuestra División, la 69 Brigada y la
14Brigada Internacional mandada por el teniente coronel francés Dumont. Para
distraer fuerzas se iba a asaltar el Alto del León en tres direcciones: a la
derecha, por la 3a. Brigada de Carabineros, desde Guadarrama por la 29 Brigada
y por la izquierda, la30 Brigada ocuparía Cabeza de Líjar. Fueron unos días de
febril actividad; como no nos ofrecían ninguna actividad de la artillería del
frente de Guadarrama que apoyaba a los carabineros, decidimos subir las tres
piezas de nuestra batería rusa, hasta casi la primera línea.
Para ello prolongamos el camino que iba a Buenavista hasta debajo de las peñas
de 'cuelgamuros. Luego con ayuda de varias yuntas de bueyes que poseían los milicianos
de Peguerinos subimos los obuses a la misma cresta junto a La Salamanca. Fue un
trabajo titánico hasta que la batería se instaló más o menos donde más tarde
iba a levantarse la enorme cruz de piedra del Valle de los Caídos. Tomar Cabeza
Líjar sabíamos que no era nada fácil, recor-dábamos muy bien nuestros intentos
inútiles y desesperados, cuando fue muerto Fernando de
Rosa. Decidimos intentar el cerco por sorpresa antes del
amanecer, con dos batallones, uno por cada flanco. Todas las ametralladoras de
mi brigada ocuparon posiciones en La Salamanca para apoyar el ataque. En la
madrugada del 30 de mayo me encontraba en mi puesto de mando delante de la
batería. Todas las comunicaciones telefónicas estaban tendidas, no se oía
ningún ruido, el frente estaba tranquilo, el enemigo no había descubierto
ninguno de nuestros movimientos. Nos llegaron los informes de que nuestros dos
batallones habían iniciado el avance. Nunca podré olvidar aquel amanecer; de
repente, toda la cum-bre de Cabeza Líjar, se encendió en una llamarada
gigantesca, Y se desencadenó un infierno de fusilería y de descargas de
ametralladora. Se combatía en la misma cima, pero fuimos rechazados ; una y
otra vez volvía a encenderse el combate, pero nuestros adversarios que habían
perdido todas sus avanzadillas seguían firmes en la parte más alta. Teníamos ya
bastantes heridos que se evacuaban con dificultad hasta el camino que habíamos
construido. Desde allí las ambulancias Y los automóviles los llevaban
rápidamente a los hospitales de retaguardia. Como no tenía objeto seguir
insistiendo sin un apoyo adecuado, di órdenes a los batallones de esperar la
acción de nuestros tres obuses. Desgraciadamente, el jefe de la batería, un
antiguo sargento, con una barba magnífica, pero cuyos conocimientos técnicos no
eran muy amplios, tenía que ajustar el tiro, ya que la batería había estado
silenciosa para no descubrir su posición, y algunos de los proyectiles cayeron
en nuestras propias líneas. Sin embargo, pronto las altas columnas negras de
las explosiones de las granadas se elevaron sobre la cima de Cabeza de Líjar.
Después de la preparación artillera volvieron a atacar nuestros soldados. Otra
vez se veían las explosiones de las granadas de mano junto a la cima, pero no
conseguimos ocuparla.

A todo esto no había ningún indicio de
combate a nuestra derecha en el sector de Guadarrama; la 29 Brigada no se había
movido de sus trincheras .y la 31 Brigada presionaba al enemigo sólo
débilmente. El Estado Mayor de la 2a. División nos comunicó que la aviación
republicana iba a apoyar nuestro avance con un intenso bombardeo sobre Cabeza
Líjar. Pero la actuación de nuestra aviación fue una verdadera des-gracia. Si
fueron pilotos rusos o españoles, no lo supimos nunca. En lugar de lanzar sus
bombas sobre Cabeza Líjar, lo hicieron sobre La Salamanca, sobre nuestro puesto
de mando y sobre nuestra batería. Eran unos diez aparatos de bombardeo. Para
completar su ineficacia, habían atacado también Collado Mediano en la
retaguardia de la 3a. Brigada que se había ya retirado de su base de partida.
Nada podíamos hacer, repetir los ataques sólo podía aumentar nuestras pérdidas.
Di la orden a mis soldados de replegarse pero tuvieron que dejar algunos
de sus muertos junto a las alambradas sin poderlos
retirar. Sólo unos días después el enemigo nos ofreció un alto al
fuego, que yo acepté, a pesar de la rígida prohibición existente, y los pudimos
recoger y sepultar. Los ataques a La Granja durante cuatro días no tuvieron
éxito. Fue destituido el mayor Cacho, jefe de la 31 Brigada
y el general Walter tuvo un violentísimo altercado con Dumont al que acusaba de
no haber cumplido sus órdenes. Esta operación de La Granja es la que sirvió de
base para la famosa novela de Hernest Hemingwa y "Por quién
doblan las campanas", que personificó a Walter en su general Golz
Nuestras bajas no fueron muy numerosas, pero no por ello menos sentidas. Era el
primer combate en que, como jefe de brigada dirigía Ia ofensiva de mis hombres
y los mandaba a la muerte. Siempre me he reprochado dos cosas.
Primero: debí llevar los obuses aún más cerca de la primera línea y desde
allí deshacer con ellos a tiro directo la cresta de Cabeza Líjar tan pronto
amaneciera. Era una solución entonces heterodoxa, pero extraordinariamente
eficaz, que en la Segunda Guerra Mundial se convirtió en
procedimiento rutinario. Segundo: no era posible en-volver la montaña
por la derecha, el terreno era allí muy desfavorable, los dos batallones
empeñados debían haber avanzado di-rectamente hacia el Alto del León, pasando
por la izquierda entre Cabeza Líjar y Cueva Valiente, por la llamada posición
intermedia, que el enemigo abandonó sin que nosotros la llegáramos a ocupar.
Esa era precisamente la misión ordenada al batallón que atacaba allí, pero no
la cumplió y atraído por la cumbre se lanzó cuesta arriba al asalto,
derrochando un heroísmo admirable, aunque estéril. …
Mis batallones de primera linea realizaban un trabajo constante de
fortificación, de la red de trincheras talladas en la roca viva, los refugios
para personal, los puestos de mando, las alambradas en varias filas se
extendieron pronto desde La Sala-manca por Cuelgamuros, hasta cerca de Malagón,
donde adelantamos profundo nuestras posiciones para estar más cerca del
ene-migo que seguía en las lomas detrás de Peguerinos. Nuestras medidas
defensivas contrastaban con el descuido de nuestros contrarios, que tenían sólo
una línea de vigilancia con parapetos y centros aislados de resistencia, de
forma que su frente era
atravesado de noche con toda facilidad por nuestras patrullas,
muchas veces mandadas personalmente por Francisco Gullón, que llegaban
cómodamente a San Rafael y a El Espinar cuantas veces se lo proponían, ayudando
a pasar las líneas a nuestras unidades de guerrilleros, saboteadores y
a los agentes de información enviados a la retaguardia enemiga, ya que
teníamos soldados de la región que conocían muy bien el terreno. Conseguíamos
prisioneros y mantuvimos durante varias semanas una derivación tele-fónica que
nos permitió escuchar todas las conversaciones desde Cueva Valiente y
el puesto de mando enemigo en el Alto del León.
Todos nuestros deseos eran salir del frente estabilizado y participar en las
ofensivas de nuestro ejército. Una vez llegamos a presentarnos en bloque toda
la brigada como voluntarios para ingresar en las brigadas internacionales, pero
ni nos contestaron. Mirábamos con no disimulada envidia a la 46 'División de
Valentín González, "El Campesino", que dotado de armamento moderno
ruso estaba concentrada, como reserva, en Villalba. Todas las
ilu-siones de que nos relevara la Brigada resultaron fallidas;
dicha unidad marchó, como reserva, a la región de Galapagarr, donde más tarde
se incorporó a la 10s División.
A primeros de julio no era un secreto para ninguno de nosotros que
se preparaba una gran ofensiva hacia Brunete, pues observábamos la
concentración de fuerzas. Teníamos un buen escuadrón de Caballería en nuestra
brigada, que había organizado el capitán Doval, antiguo empleado de
teléfonos, y el teniente Antonio Parga; 150 sables con dos ametralladoras.
Recibí la orden de que se incorporara a la l@. Brigada de Caballería y
fueron nuestros únicos representantes en los combates que se
sucedieron, que presenciamos a distancia. Terminada la operación, Parga se
reincorporó a las308 Brigada, pero los demás siguieron en la caballeria.
Jefe de la 8 División en El Escorial.
Agosto 1937
….Me recibió el jefe de información, mayor Garijo,
del que corrían los más tenaces rumores sobre su falta de fidelidad a
nuestra causa, sin embargo, me hizo muy buena impresión. Me
presentó al general Miaja, el cual me comunicó mi nombramiento de
jefe de la 8 División en El Escorial en sustitución del teniente coronel
Heredia, que iba a mandar el XVIII Cuerpo. El 1 de agosto tomé posesión de mi
nuevo cargo. El teniente Veramendi había pasado ya antes a dirigir los
servicios del ler. Cuerpo de Ejército, pero casi todo
el Estado Mayor de mi brigada se vino conmigo a la
3a.División, así como Remedios y la escuadra de enlaces, casi todos de
Peguerinos y de otros pueblecitos de la Sierra de Guadarrama. El nuevo
jefe de la 308 Brigada fue el mayor Suárez, antiguo
guardia de seguridad, que mandaba uno de sus batallones; con él quedó
Gobernado, que era entonces su ayudante. Me resultó doloroso tener que
separarme de mis camaradas de todo el primer año de la guerra, tenía esperanzas
de que en el futuro habría oportunidad de volver a reunirme con ellos, pero
esto nunca llegó a suceder. Pocos días antes de mi traslado a El Escorial, se
mató allí, en un absurdo accidente de automóvil, el mayor Rafael Jiménez
Carrasco, compañero de la Facultad de Ciencias y de la FUE. Era jefe del
Batallón "Joven Guardia" de jóvenes comunistas, incorporado
a la 348 Brigada. Me hubiera gustado mucho tenerlo a mi lado. Al tomar el mando
de la 3a. División, disponía de cinco bri-gadas, dos orgánicas, la 33 y la 34;
la 14, de Dumont y otras dos, la 26 de la Primera División y la nueva 105, como
reservas, dada la proximidad al sector de Brunete. Tuve que ponerme a trabajar
como organizador y como diplomático, y a ello me lancé con todas mis fuerzas,
aunque el primer jarro de agua fría me lo lanzó Indalecio Prieto, que
anuló mi nombramiento de jefe de División por mi
extremada juventud", pero el Ejército del Centro no se
dejó impresionar y la anulación de mi nombramiento no se cumplimentó,
aunque nunca llegué a ser designado para el mando definitivo, y lo ejercí siempre
provisional mente.
Mi primer jefe de Estado Mayor en El Escorial fue unos días
Lorente de No, jefe de Ingenieros de la 34 Brigada, luego Artemio Precioso Ugarte, capitán de la misma
brigada. Finalmente, a primeros de noviembre, recibió ese nombramiento Simarro,
diplomado en los nuevos cursos de Estado Mayor, después de convalecer de 'las
heridas graves sufridas cuando mandaba el batallón "Fernando de
Rosa" en el frente de Extremadura. Artemio quedó de
jefe de operaciones, pero luego ascendido a mayor, pasó a mandar
el 1.19 Batallón de mi antigua 30 Brigada. Conmigo seguía Luis Gullón,
pero su hermano Francisco había. sido trasladado al ler. Cuerpo de
Ejército de jefe de información, pese a mi resistencia; su puesto lo
ocupó Antonio Parga. Pronto Francisco Gullón marchó al Estado Mayor del
Ejército del Centro a petición del mayor Garijo. Los que desfilaban sin parar
eran los comisarios; primero estuvo Conesa, luego Diego Pastor, más tarde
Adolfo Lagos. No pude conseguir que José Alcalá Castillo, hijo de Niceto Alcalá
Zamora, se incorporara a mi Estado Mayor, después de una visita de un par de
días que nos hizo en El Escorial. El Partido Comunista, del que era miembro, lo
mandaba a la División de Líster. Se le veía cansado y agotado, a causa, sin
duda, de la enfermedad que en pocos meses iba a acabar con su vida.
Linea del
Frente
Fue un trabajo intenso poner en orden el sector de El Escorial. La
línea del frente seguía una trayectoria irregular que necesitaba muchas tropas
para guarnecerse. Conseguí la autorización de1 Cuerpo de Ejército y se
abandonaron las posiciones de Atalaya Baja y de Peña Rubia. En poco tiempo, de
las cinco brigadas afectas a la División, tres estaban en reserva. En la
primera línea se trabajaba día y noche en fortificación, como lo hicimos ya
antes en la 30ª Brigada, acabamos con los minúsculos parapetos de piedra y
aparecieron trincheras profundas cavadas en la roca protegidas por densas zonas
alambradas y por nidos de ametralladoras. Sólo el mayor Esteban Cabezos antiguo
apa-rejador de obras y jefe de la 33* Brigada había concedido a la
fortificación de su sector toda la atención que merecía. El resto del frente de
la División .estaba abandonado en este aspecto. Para la operación de Brunete
habían almacenado los ingenieros mucho material, lo que nos facilitó las obras
de atrincheramiento que emprendimos. Pronto nuestro sector ofrecía las
garantías defensjvas imprescindibles. La 28s Brigada fue relevada por la 26*,
también de la la; División, y la 105, Brigada pasó al sector Quijorna…"
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